¿ QUIEN NO SE HA SENTIDO ALGUNA VEZ DE SU VIDA ANALFABETO FUNCIONAL?
Una persona analfabeta no sabe leer ni escribir. Un analfabeto funcional, en cambio, lo puede hacer hasta un cierto punto (leer y escribir textos en su lenguaje nativo), con un grado variable de corrección y estilo. Un adulto que sea analfabeto funcional no sabrá resolver de una manera adecuada tareas necesarias en la vida cotidiana como por ejemplo rellenar una solicitud para un puesto de trabajo, entender un contrato, seguir unas instrucciones escritas, leer un artículo en un diario, interpretar las señales de tráfico, consultar un diccionario o entender un folleto con los horarios del autobús.El analfabetismo funcional también limita seriamente la interacción de la persona con las tecnologías de la información y la comunicación, puesto que tiene dificultades para usar un ordenador personal, trabajar con un procesador de texto o con una hoja de cálculo y utilizar un navegador web o un teléfono móvil de manera eficiente.
La alfabetización funcional es una cuestión fácil de plantear para mucho de nosotros, ya que un claro ejemplo de ello lo hemos tenido muy presente hasta el momento, concretamente con la situación en la que muchos de nosotras/os nos hemos visto tras empezar con la elaboración del Blog exigido por la asignatura de Educación para personas adultas. Cada vez más las nuevas tecnologías son un reto para todos, aunque aun más para las personas adultas.
Muchos adultos asocian directamente el concepto de 'tecnología' con el de 'complejidad'. Y no es de extrañar, si pensamos que ésta se incorporó en su cotidianeidad en la edad adulta. A ello se le añade que algunos jamás usaron un ordenador en su trabajo, muchos tienen un bajo nivel general de alfabetización con que el enfrentarse a este tipo de novedades y pocos conocen el inglés, la lengua tecnológica por excelencia.
Concienciarlos (no sólo desde la administración, sino también desde el círculo familiar de la mano de los hijos o los nietos) de las ventajas que puede ofrecerles la tecnología, puede ser un primer paso para que el término 'complejidad' se transforme en 'utilidad'. Hacer compras y trámites, recibir atención médica o conocer a personas con los mismos intereses o inquietudes son algunos ejemplos de lo que pueden hacer desde casa si la encuentran como una aliada y no como algo ajeno a sus intereses.
Poner sobre la mesa esta noción de 'utilidad' es además una manera de luchar contra el recelo que lo digital suscita entre este colectivo. La idea alarmista de que, por ejemplo, Internet es un refugio de pederastas y un ámbito en el que la estafa está a la orden del día debe ser sustituida por la de que en el mundo digital debe tenerse simplemente la misma cautela y sentido común con los que nos conducimos en la vida cotidiana.
Una persona analfabeta no sabe leer ni escribir. Un analfabeto funcional, en cambio, lo puede hacer hasta un cierto punto (leer y escribir textos en su lenguaje nativo), con un grado variable de corrección y estilo. Un adulto que sea analfabeto funcional no sabrá resolver de una manera adecuada tareas necesarias en la vida cotidiana como por ejemplo rellenar una solicitud para un puesto de trabajo, entender un contrato, seguir unas instrucciones escritas, leer un artículo en un diario, interpretar las señales de tráfico, consultar un diccionario o entender un folleto con los horarios del autobús.El analfabetismo funcional también limita seriamente la interacción de la persona con las tecnologías de la información y la comunicación, puesto que tiene dificultades para usar un ordenador personal, trabajar con un procesador de texto o con una hoja de cálculo y utilizar un navegador web o un teléfono móvil de manera eficiente.
La alfabetización funcional es una cuestión fácil de plantear para mucho de nosotros, ya que un claro ejemplo de ello lo hemos tenido muy presente hasta el momento, concretamente con la situación en la que muchos de nosotras/os nos hemos visto tras empezar con la elaboración del Blog exigido por la asignatura de Educación para personas adultas. Cada vez más las nuevas tecnologías son un reto para todos, aunque aun más para las personas adultas.
Muchos adultos asocian directamente el concepto de 'tecnología' con el de 'complejidad'. Y no es de extrañar, si pensamos que ésta se incorporó en su cotidianeidad en la edad adulta. A ello se le añade que algunos jamás usaron un ordenador en su trabajo, muchos tienen un bajo nivel general de alfabetización con que el enfrentarse a este tipo de novedades y pocos conocen el inglés, la lengua tecnológica por excelencia.
Concienciarlos (no sólo desde la administración, sino también desde el círculo familiar de la mano de los hijos o los nietos) de las ventajas que puede ofrecerles la tecnología, puede ser un primer paso para que el término 'complejidad' se transforme en 'utilidad'. Hacer compras y trámites, recibir atención médica o conocer a personas con los mismos intereses o inquietudes son algunos ejemplos de lo que pueden hacer desde casa si la encuentran como una aliada y no como algo ajeno a sus intereses.
Poner sobre la mesa esta noción de 'utilidad' es además una manera de luchar contra el recelo que lo digital suscita entre este colectivo. La idea alarmista de que, por ejemplo, Internet es un refugio de pederastas y un ámbito en el que la estafa está a la orden del día debe ser sustituida por la de que en el mundo digital debe tenerse simplemente la misma cautela y sentido común con los que nos conducimos en la vida cotidiana.
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